La Fundación The Document Foundation, responsable del desarrollo de LibreOffice, ha arremetido públicamente contra Microsoft acusándola de utilizar su formato Office Open XML (OOXML) de forma «artificialmente compleja» para dificultar la interoperabilidad y fomentar la dependencia de su ecosistema. Según los desarrolladores de la suite ofimática de código abierto, se trata de una estrategia deliberada de «lock-in» o encierro tecnológico que impide a los usuarios migrar fácilmente a soluciones alternativas.
El señalamiento no es nuevo, pero ha cobrado fuerza en los últimos días, especialmente tras el impulso de Microsoft para forzar la adopción de Windows 11 en detrimento de equipos aún funcionales con Windows 10. Desde LibreOffice y el entorno del software libre se percibe una campaña cada vez más agresiva por parte de la compañía de Redmond para afianzar su dominio mediante prácticas que, a juicio de sus críticos, perjudican tanto la libertad de elección como la sostenibilidad tecnológica.
“Una complejidad innecesaria que dificulta la competencia”
LibreOffice sostiene que el formato OOXML, promovido por Microsoft como un estándar abierto para archivos de Word, Excel y PowerPoint, está diseñado con una complejidad que va más allá de lo necesario. Esta arquitectura impide que otras suites ofimáticas puedan implementar plenamente el estándar sin recurrir a ingeniería inversa o depender de documentación incompleta.
En una metáfora ilustrativa, los desarrolladores comparan el modelo con un sistema ferroviario en el que las vías son públicas, pero el fabricante principal de trenes impone un sistema de control tan intrincado que solo él puede operarlo. “En teoría, cualquiera podría fabricar trenes compatibles con las vías, pero el sistema de control es tan enrevesado que solo el proveedor original tiene capacidad real para ofrecer el servicio”, afirman.
Este diseño, según LibreOffice, convierte a los usuarios en “rehenes técnicos” sin que lo sepan, hasta que las tarifas suben o los servicios se restringen, momento en el cual ya es demasiado tarde para optar por alternativas.
Alternativas reales, pero poco adoptadas
La crítica no se dirige únicamente a Microsoft. Desde LibreOffice también se lanza una reflexión autocrítica: los propios usuarios han permitido que esta situación se consolidara, ignorando alternativas viables como LibreOffice o OnlyOffice.
“La realidad es que siempre hubo opciones libres y abiertas, pero muchos usuarios no las consideraron por costumbre, desconocimiento o por la falsa percepción de que no estaban a la altura”, señalan. En ese sentido, la fundación anima a reconsiderar el modelo dominante y apostar por plataformas que respeten los estándares abiertos y la libertad del usuario.
Una oportunidad para Linux y el software libre
En paralelo a las críticas, LibreOffice promueve activamente la migración a Linux como sistema operativo, especialmente ahora que el soporte oficial a Windows 10 tiene los días contados. “Ante la presión para cambiar de dispositivo y sistema, la combinación Linux + LibreOffice ofrece una alternativa ética, eficiente y sostenible”, subrayan desde la fundación.
Además, este escenario podría suponer un punto de inflexión para la adopción de soluciones open source en el escritorio, en un momento en que los costes, la privacidad y la interoperabilidad cobran una nueva relevancia en la agenda tecnológica global.
Un viejo debate con nuevas consecuencias
La polémica sobre los formatos cerrados y el bloqueo de proveedor no es nueva, pero el contexto actual —marcado por la transición forzada a Windows 11, la concentración del mercado en manos de unos pocos actores y la preocupación creciente por la soberanía digital— le da un nuevo cariz.
Desde el mundo del software libre insisten en que la complejidad técnica no debería utilizarse como arma comercial. Y mientras Microsoft defiende la compatibilidad y el rendimiento de su suite ofimática como justificación para su diseño, sus detractores advierten que la verdadera batalla no está en las funciones, sino en el control de los formatos.
LibreOffice, con sus críticas, reabre un debate que afecta no solo a usuarios y empresas, sino también a administraciones públicas, que cada vez con más frecuencia se enfrentan a la disyuntiva entre eficiencia y dependencia tecnológica.
via: xda-developers