La vicepresidenta y comisaria de telecomunicaciones, Nelie Kroes, ha decidido dinamitar el consenso que se venía fraguando con los operadores y ha pasado directamente a las amenazas.
Como los grandes grupos históricos (como Telefónica u Orange) no están invirtiendo en redes de fibra a la velocidad necesaria para que se cumplan los muy ambiciosos objetivos que Kroes decidió para la Agenda Digital Europea (ADE), ha pasado de buscar estímulos a las inversiones a enarbolar amenazas.
A las telefónicas que no inviertan a lo que Bruselas considere que es la velocidad adecuada, Kroes quiere rebajarles los precios mayoristas de las líneas de cobre que cobran a los grupos alternativos (como Jazztel o Vodafone) y que éstos usan para dar ADSL. Quiere así matar la rentabilidad del negocio ADSL para obligar a los grupos históricos a invertir en uno nuevo.
Aunque la ocurrencia ha sido obviamente saludada con alborozo por los grupos alternativos, como Jazztel, y benefician también a Vodafone –que casi no tiene redes fijas en Europa–, el problema obvio es que así se bajarían, aún más, los ya declinantes ingresos de los grupos históricos, con lo que tendrán menos recursos para invertir.
Además, si por ello también se abarata el ADSL, los precios de la fibra se verán, por comparación, más caros y menos atractivos, reduciendo su demanda y por tanto su desarrollo. Y se espantará a los inversores –ayer cayeron todas las telecos en bolsa–, que tendrán la tentación de llevar su dinero a sectores más predecibles y menos intervenidos políticamente.