Ya estoy en Google Wave… ¿y ahora que?

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Ya hace semanas que una proporción muy pequeña de usuarios estamos usando tenemos acceso a Google Wave. La fiebre por hacerse con una de las preciadas invitaciones va a la baja, pero lo realmente sorprendente es la reacción de la mayoría de usuarios cuando ya puede entrar en la aplicación que marcará -dicen- el futuro de la comunicación online. Uno se conecta, navega por las funciones, pero no es que no haya nada para wavear ni siquiera en plan prueba, es que no hay nadie para wavear. Lo habitual es que uno se encuentre solo dentro de su wave sin que haya ningún contacto suyo; la solución pasa por proclamar a los cuatro vientos tu dirección de Google Wave para probar el servicio; da igual si el contacto que te agrega lo conoces o no; la cosa es probar Google Wave. Y una vez probado, uno se da cuenta que el servicio está muy verde y que costará acostumbrarnos a esta nueva forma de comunicación, algo que no ocurrirá hasta que haya tantos wavers como usuarios de Gmail. Y eso no pasará ni en un día, ni en un mes.

Por eso me sorprende que ya estén saliendo a la luz clientes de escritorio para Google Wave, unos clientes para un servicio que está en pañales. Son pocos clientes y hay que reconocer que se actualizan muy a menudo. Algunos son sólo para Mac, pero otros son multiplataforma, y al alcance de cualquier usuario y sistema operativo que use; y dicho sea de paso, que sacan partido a las últimas tecnologías para que los recursos de la máquina no se disparen. La cuestión está en descubrir qué pueden ofrecer estos clientes que superen al propio servicio, cuando este es por el momento muy básico y por extensión, también lo són los clientes de escritorio. La base está en que mantiene el servicio de Google actualizado, como si estuvieramos en él vía web. Pero si no hay nada que actualizar, porque no hay nadie con quien wavear… ¿de que sirven los clientes de escritorio?

A la postre, todo termina en el mismo lugar: en Google Wave, un servicio destinado a revolucionar la comunicación, en el que por ahora, no hay nada que comunicar, ni a nadie a quien comunicárselo.

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